El ladrón devoto, Gonzalo de Berceo
El ladrón devoto
Había un ladrón malo que prefería hurtar
a ir a las iglesias o puentes levantar;
solía con lo hurtado su casa gobernar,
tomó costumbre mala que no podía dejar.
Entre todo lo malo tenía una bondad
que al final le valió y le dio salvedad:
creía en la Gloriosa con toda voluntad
y siempre saludaba hacia su majestad.
Como aquel que mal anda en mal ha de caer,
una vez con el hurto lo hubieron de prender;
como ningún consejo lo pudo defender
juzgaron que en la horca lo debían poner.
Lo llevó la justicia para la encrucijada
donde estaba la horca por el concejo alzada,
cerránronle los ojos con toca bien atada,
alzáronlo de tierra con la soga estirada.
Alzáronlo de tierra cuando alzarlo quisieron,
cuantos estaban cerca por muerto lo tuvieron:
más si antes supiesen lo que después supieron
nunca le hubieran hecho todo lo que le hicieron.
La Madre gloriosa, tan ducha en acorrer,
la que suele a sus siervos en las cuitas valer,
a este condenado quísolo proteger,
recordose el servicio que solía hacer.
Puso bajo sus pies, donde estaba colgado,
sus manos preciosísimas; túvolo levantado;
no se sintió por cosa ninguna embarazado,
ni estuvo más vicioso nunca ni más pagado.
Al fin al tercer día vinieron los parientes,
vinieron los amigos y vecinos clementes;
venían para descolgarlo rascados y dolientes,
pero estaba mejor de lo que creían las gentes.
Y estuvieron de acuerdo toda esa mesnada
en que los engaño una mala lazada,
que debían degollarlo con hoz o con espada:
por un ladrón no fuera la villa deshonrada.
Fueron por degollarlo los mozos más livianos
con buenos serraniles, grandes y bien adianos:
metió Santa María entre medio las manos
y quedaron los cueros de su garganta sanos.
Lo dejaron en paz que siguiese su vía,
porque no querían ir contra Santa María;
su vida mejoró, se apartó de folía,
cuando cumplió su curso murióse de su día.
A madre tan piadosa, de tal benignidad,
que en buenos como en malos ejerce su piedad,
debemos bendecirla de toda voluntad:
aquél que la bendijo ganó gran heredad.
Había un ladrón malo que prefería hurtar
a ir a las iglesias o puentes levantar;
solía con lo hurtado su casa gobernar,
tomó costumbre mala que no podía dejar.
Entre todo lo malo tenía una bondad
que al final le valió y le dio salvedad:
creía en la Gloriosa con toda voluntad
y siempre saludaba hacia su majestad.
Como aquel que mal anda en mal ha de caer,
una vez con el hurto lo hubieron de prender;
como ningún consejo lo pudo defender
juzgaron que en la horca lo debían poner.
Lo llevó la justicia para la encrucijada
donde estaba la horca por el concejo alzada,
cerránronle los ojos con toca bien atada,
alzáronlo de tierra con la soga estirada.
Alzáronlo de tierra cuando alzarlo quisieron,
cuantos estaban cerca por muerto lo tuvieron:
más si antes supiesen lo que después supieron
nunca le hubieran hecho todo lo que le hicieron.
La Madre gloriosa, tan ducha en acorrer,
la que suele a sus siervos en las cuitas valer,
a este condenado quísolo proteger,
recordose el servicio que solía hacer.
Puso bajo sus pies, donde estaba colgado,
sus manos preciosísimas; túvolo levantado;
no se sintió por cosa ninguna embarazado,
ni estuvo más vicioso nunca ni más pagado.
Al fin al tercer día vinieron los parientes,
vinieron los amigos y vecinos clementes;
venían para descolgarlo rascados y dolientes,
pero estaba mejor de lo que creían las gentes.
Y estuvieron de acuerdo toda esa mesnada
en que los engaño una mala lazada,
que debían degollarlo con hoz o con espada:
por un ladrón no fuera la villa deshonrada.
Fueron por degollarlo los mozos más livianos
con buenos serraniles, grandes y bien adianos:
metió Santa María entre medio las manos
y quedaron los cueros de su garganta sanos.
Lo dejaron en paz que siguiese su vía,
porque no querían ir contra Santa María;
su vida mejoró, se apartó de folía,
cuando cumplió su curso murióse de su día.
A madre tan piadosa, de tal benignidad,
que en buenos como en malos ejerce su piedad,
debemos bendecirla de toda voluntad:
aquél que la bendijo ganó gran heredad.
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